Identidad

Han pasado muchos años desde la primera vez que durmieron juntos y, a partir de entonces, lo han hecho siempre de la misma manera. Arropados entre las sábanas, sus cuerpos se buscan mutuamente hasta que se encuentran y se adaptan perfectamente el uno al otro. Y así, abrazados, aguardan a que llegue el sueño.
El paso del tiempo ha hecho mella en ambos. Sus cuerpos de ahora, sólo recuerdan de manera vaga a aquéllos que fueron. Poco a poco, se han ido convirtiendo en otros que continúan abrazándose de la misma manera. Sin embargo, es justo en ese instante en el que transitan de la vigilia al sueño, cuando sus cuerpos se reconocen mutuamente y saben, que aunque se empeñen en reflejar lo contrario, bajo la piel siguen siendo ellos.

Arte efímero

La cena se enfriaba en la mesa, pero a nadie parecía importarle. El estruendo de los fuegos artificiales y sus arabescos multicolores atrapaban la atención de todos, grandes y pequeños, quienes permanecíamos arracimados ante una ventana claramente insuficiente para ejercer de palco de un espectáculo tan concurrido. Pero allí estábamos, como cada año, repitiendo la misma escena que ocurría simultáneamente en otras ventanas similares, admirando la belleza y fugacidad de unas luces que morían al poco de tiempo de nacer. Sin embargo, a mí nunca me gustaron, porque sentía que las luces nos observaban y se reían de nosotros. Ellas, siempre iguales. Nosotros, cada año más viejos.

(Relato escrito para el concurso Relatos en Cadena: escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser. La frase de inicio debía ser “la cena se enfriaba en la mesa“)

Des-encuentros

Mientras ella subía al tercer piso de un centro comercial cualquiera, él bajaba por la escalera mecánica contigua a la suya. Durante unos segundos estuvieron muy cerca el uno del otro. Tanto, que podrían haberse mirado o haber intercambiado algunas palabras. Sin embargo, no lo hicieron. Ninguno acusó la presencia del otro, porque no se conocían. A pesar de que terminarán amando cada centímetro de la piel del otro y necesitando su contacto para ser un poco más felices, ni siquiera recordarán ese día en el que coincidieron por primera vez. Porque no lo sabían. Él tendrá que pasar un proceso de divorcio, y ella deberá cambiar de trabajo. Entonces se encontrarán, pero no antes. Por eso ahora cada uno sigue su camino. De espaldas, se alejan el uno del otro.

Papiroflexia

Siempre le había gustado la papiroflexia. Cuando era pequeña, su padre le había enseñado algunas formas básicas, como el clásico avión, el barco, o la pajarita. A partir de ese momento, siguió investigando por su cuenta nuevas formas de transformar el papel, convirtiendo cada pedazo que caía en sus manos en algo sorprendente. En pocos segundos, las servilletas de las cafeterías se convertían en una flota improvisada, y las cartas del banco pasaban a ser un zoológico de lo más variopinto, donde un elefante y una paloma podían convivir junto a un dragón o un brontosaurio
Una tarde, como tantas otras veces, tomó el papel que tenía ante ella y lo dobló por la mitad. Luego, siguió ensayando nuevos pliegues, hasta obtener una figura. Poco convencida, observó el resultado y frunció el ceño. Uno a uno, desanduvo todos sus pasos hasta tener entre sus manos un trozo de papel arrugado. Lo contempló durante unos instantes, y lo guardó en el cajón de su mesa de noche, a la espera de un nuevo intento.
Sin embargo, sabía que jamás conseguiría transformar ese papel. Por muchos dobleces que hiciera, seguiría siendo lo mismo: una nota escrita por su padre justo antes de quitarse la vida.

Derecho de admisión

Cuando aquella mujer entró en la cafetería, nadie le prestó atención. Sin embargo, el dueño del local la veía con otros ojos. Aquí no puedes estar, le dijo. ¿Por qué no? Pues porque aquí no quiero prostitutas. Las miradas de los clientes se dividieron en dos bandos, unas hacia el suelo, otras hacia ella. Pero yo sólo quiero desayunar, replicó. Aquí no. Antes de irse, intentó un último ruego: pero Miguel…