¿Y por qué?

   A pesar de todos los años acumulados, no había dejado de ser como un niño en la edad de las preguntas. Algunas de sus cuestiones obtenían una repuesta; otras carecían de ella o no podían ser resueltas por cualquier interlocutor. Pero un día encontró la horma de su zapato, el ying que equilibraría su insistente yang. En esa ocasión se enfrentó a la más simple y compleja de las réplicas: ¿y por qué no?