Puzle

Me quedan sólo unos pocos recuerdos del tiempo que pasamos juntos. Siempre que escucho las Bachianas brasileiras de Villa-Lobos, me vienen a la mente las primeras tardes que quedamos para vernos, porque las estuve escuchando infinidad de veces durante esos días. Lo cruel de los recuerdos es que son personales, y por eso sé que aunque esa música me parta por la mitad, a ti te deja indiferente. Sospecho que te pasa lo mismo con otros sonidos que para mí carecen de significado.

De las conversaciones que mantuvimos, lo más probable es que cada uno recuerde retazos diferentes, inconexos, imposibles de hilvanar.

El olor del champú que usabas, tu forma de reír, tus ojos siempre sorprendidos… Son cosas que puedo evocar fácilmente, y por eso supongo que no voy a poder olvidarlas.

En medio de todos estos recuerdos hay un buen número de espacios vacíos. A nuestra relación le faltan piezas: ya no podemos reconstruirla.

(Microrrelato participante en la reunión de microrrelatos sobre desamor del blog de Anonima Mente: http://diariodeanonimamente.blogspot.com/).

Microrrelatados

Al principio eran sólo alusiones veladas, así que no me preocupé. Con el tiempo, los comentarios se hicieron cada vez más explícitos, pero seguí sin darles mayor importancia. Cuando empecé a encontrar notas en el parabrisas de mi coche, pensé que había gente con mal sentido del humor y mucho tiempo libre, pero ahora ya estoy harta. Tengo el buzón de mi correo electrónico completamente saturado e infinidad de comentarios en mi blog. He tenido que apagar el móvil, porque no dejo de recibir mensajes y llamadas. Apenas salgo ya de casa… Trato de hacerles entender que es normal, que cualquier persona que conozco puede convertirse en un personaje de mis microrrelatos, pero no lo comprenden. Aún así, no pierdo la esperanza. Por eso me siento delante del ordenador y escribo: “Al principio eran sólo alusiones veladas…”.

(Microrrelato escrito para la reunión de meta-microrrelatos del blog de Anonima Mente:
http://diariodeanonimamente.blogspot.com/).

Reliquia

Después de seccionarse el lóbulo de la oreja izquierda, Vincent Van Gogh guardó aquella pequeña parte de sí mismo en una cajita, y se dirigió a un burdel de la Rue du Bout para entregar tan original presente a una mujer llamada Rachel. “Guarde este objeto con cuidado”, le dijo, y se marchó a la Casa Amarilla.

Nadie supo las razones que llevaron a Van Gogh a hacer algo así. Su gesto quedó vacío de contenido, como tantos otros a lo largo de su vida. Pero no le importó. Con la oreja vendada, sigue pintando. Se autorretrata. No habla de lo ocurrido, sólo trabaja en sus obras. Sabe que es difícil encontrar un comprador, pero no deja de intentarlo. Tiene dificultades para relacionarse con los demás, pero sigue buscando calor humano. Van Gogh no lo sabe, pero el tiempo, irónico, le dará la vuelta a las cosas. Sus obras llegarán a tener un valor impensable, y el rechazo que sufrió en vida se volverá admiración después de su muerte. De conservarse el contenido de aquella caja perdida en un burdel, sería visto de manera distinta: una reliquia.

Premio Dardo y Blog de Oro

Anita Dinamita y Su me han concedido el Premio Dardo y Blog de Oro, junto a otros nueve blogs. Muchísimas gracias a ambas, y felicidades a los compañeros premiados. A continuación dejo mi lista, espero que sus historias lleguen muy lejos. Un saludo.

http://leadespacio.blogspot.com/
http://gotzoki.wordpress.com/
http://aprendizdepalabras.blogspot.com/
http://lacoladadeodile.blogspot.com/
http://relatosdeandarporcasa.blogspot.com/
http://hiperbreve.blogspot.com/
http://pablogonz.wordpress.com/
http://diariodeanonimamente.blogspot.com/
http://livingsintiempo.blogspot.com/
http://minificcionario.blogspot.com/

Iniciación

Cuando el vampiro me convirtió en lo que soy, me faltaba muy poco para llegar a casa. Recuerdo que tenía las llaves en la mano cuando noté que alguien se abalanzaba sobre mí. No puedo evitar sonreír cada vez que lo pienso, pero creí que podría defenderme clavándoselas tan fuerte como me fuera posible. Ahora sé que mi estrategia no hubiera funcionado, pero debo reconocer que en aquella época yo era muy inocente.

Tras saciarse con mi sangre, el vampiro me ofreció su muñeca con una única instrucción: Bebe. No tuve otra elección. Nunca antes había sentido tanta sed. Creía conocer los síntomas por las películas que había visto, pero jamás pensé que fuese algo tan terrible, tan doloroso. El vampiro me leyó la mente y sonrió. “Hay muchas cosas que no son como las cuentan”, me dijo, “pero las irás descubriendo por ti mismo. Lo principal que debes saber, es que la luz del sol no puede hacernos daño, y que nuestros colmillos no dejan marcas de ningún tipo. Con esto te basta por ahora. Ya estás preparado para buscar alimento confundiéndote entre la gente”. Y así fue. No me dio más explicaciones, así que pienso actuar igual que él. Sólo te cuento esto para que sepas lo que te espera.

(Microrrelato participante en el VIII Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2010)

Retorno

Todos los días repetimos la misma escena. Sentada a tu lado, sosteniendo un plato de comida triturada en una mano y un cubierto en la otra, te suplico que comas. Sé que me oyes, aunque no hay signos de ello en tu mirada perdida, y a veces tengo la sensación de que no me conoces. Trato de convencerte de que abras la boca, pero aprietas los labios y haces de cada bocado una lucha.
Mientras tanto, continúo mirándote a los ojos y trato de encontrar en ellos a aquella mujer que dio a luz a una niña prematura. No sé si lo recuerdas, pero durante un mes fuiste todos los días al hospital para darme de comer. Puedo imaginar los nervios que tendrías al alimentar un cuerpo tan pequeño, tu preocupación por mantenerme viva.
Y después de tantos años, soy yo la que intenta que comas, pero te niegas a hacerlo. Veo cómo tu cuerpo mengua y se hace cada vez más frágil, reducido a piel y huesos. Y ojos. Unos ojos que parecen ver algo que yo aún no entiendo.
Relato publicado en La Esfera Cultural.

Escapa de lo convencional

La idea del anuncio estaba clara: sobre un fondo verde que representaría un estadio, una serie de figuras jugarían al fútbol mientras una de ellas se aleja del grupo sobre una bicicleta. El lema: “escapa de lo convencional”.

Todos los creativos se felicitaron y se mostraron de acuerdo. Todos, vestidos con traje de chaqueta, desearon llegar a sus casas para quitarse la corbata, pero celebraron el momento brindando con vino. Todos consultaron un par de veces el reloj, pero decidieron esperar un poco para marcharse. Por la noche, todos comentaron con sus familias el éxito que tendría la campaña publicitaria. Todos aseguraron que convencerían al mundo de que comprar su producto era la mejor forma de ser diferente. Y el mundo les dio la razón.

(Relato enviado al concurso Minificciones.com.ar: http://minificciones.com.ar/?page_id=91#comment-11536)

A cuatro manos

Cuando la condesa Caroline Esterzázy le preguntó a su profesor de música, Franz Schubert, por qué razón no le dedicaba una obra, el joven compositor le respondió que eso era innecesario, pues todo lo que escribía lo hacía pensando en ella. Esta tímida declaración de amor brotó de lo más hondo del corazón del músico de manera espontánea y sin esperanza, pues no podían amarse. La diferencia social existente entre ambos y la enfermedad venérea que él padecía en secreto hicieron que Schubert sólo pudiera aspirar a estar junto a Caroline el tiempo que compartían tocando el piano. Por eso, pensando en ella y para ella, escribió partituras donde los dedos de ambos pudieran encontrarse y entenderse, donde les estuviera permitido sentirse sin obstáculos. De esta manera, de las múltiples formas que puede adoptar el amor, entre las cuales la más común es el contacto entre dos cuerpos, Schubert eligió entenderlo a cuatro. Para él, el amor era a cuatro manos.

Momento único

Pedro, el oculista, ha salido corriendo. Atónitos, sus pacientes lo ven alejarse por el pasillo. No logran entenderlo. Es más, nunca han presenciado algo así.
Pedro sigue corriendo, y a su paso va dejando la misma expresión de asombro en todo aquél que lo ve atravesar el hospital. La mayoría lo identifica como el doctor Ruipérez, el conocido oftalmólogo, pero en ese momento es sólo un hombre que corre para llegar a tiempo. Y parece que va a conseguirlo. Al fondo, ve una enfermera que le sonríe. Cuando llega a su lado, está sin aliento. Llegas tarde, le dice ella. Tu mujer ha tenido un niño.

(Relato escrito para el concurso Relatos en Cadena: escueladeescritores.com/concurso-cadena-ser. El comienzo debía ser “Pedro, el oculista, ha salido corriendo“)